Hace un año...






Por estas mismas fechas, hace un año, aunque mi familia ya había adquirido los terrenos para mi proyecto de Villa Harkalya desde julio, yo vivía alquilada en una casita de la misma aldea por aquello de la "comodidad" de los servicios (luz, agua) y las dificultades que no tenerlos generarían en mi cotidianidad de madre soltera con un chamo de 5 años (y ahora de loca me puse a tener otro, hoy de casi 2 meses)... pero la realidad fue que tales comodidades se me volvieron incómodas en el trajinar literalmente cada día montaña pa'arriba y montaña pa'abajo, pues mi tierra y la escuela rural adonde mi hijo -mayor- asiste quedan "arriba" y la otra casita queda "abajo", con una distancia de poco más de un kilómetro (pero que bien empinado) así que subíamos en la mañana y bajábamos en la noche, por regla general, aunque algunas veces tocaba hacer el trayecto más de una vez por día; entonces en lo que pusimos el agua decidí meterme en el rancho así mismo y arrear el asunto "desde adentro", claro que no me imaginé que sería tan duro y que me tomaría tanto tiempo... y es que en el campo siempre surge el contratiempo. 

Pasaron 8 meses antes de que tuviéramos electricidad y el baño todavía está en construcción! pero como dice un amigo mío, esto no es sino incómodo, no estamos sufriendo, con las lluvias el mayor desastre son las goteras (chorreras, mejor dicho) que amenazan constantemente a mis cajas de libros, de hecho, estamos mejor que mucha gente, sabemos que nuestros sacrificios son temporales y le plantamos buena cara a la adversidad porque estamos en nuestro lugar, propio y hermoso y cada día estamos un poco más cerca de lo que soñamos construir aquí, como lo atestiguan los 14 pinos lazzos que hemos sembrado, los frutales de durazno, guayabas, moras, tomates de árbol, chachafrutos... los jardines de rosas, los cabritos, las gallinitas...

Quizás a simple vista no se ve, y es cierto que esta nueva vida no tiene el glamour o el estatus que uno acostumbra tener en la ciudad, pero es que no se puede cambiar de vida sin cambiar de vida. No sé si alguien reconoce lo que uno hace, pero sé que si existe un mérito a la constancia, que la naturaleza premia el esfuerzo y que aquí uno no se muere de hambre porque la tierra siempre es agradecida; ya he comido de mi propia cosecha maíz, caraotas, auyamas, fresas, moras, ajíes, pimentones, tomaticos, lechugas, acelgas, cilantro, cebollín, papas, cambures, aguacates... todo bien orgánico, sin usar ni una vez agrotóxicos, de paso. No estoy segura de muchas cosas, pero ya no cambiaría por nada del mundo mi trabajo invisible, mi tejido de sueños con el hilo del destino...

Hace un año no sospechaba que este año crecería tanto en todos los sentidos y aunque aún me falta mucho para llegar hasta donde me propongo, por el momento sólo puedo agradecer a Dios con humildad por tanto aprendizaje y fortaleza y confiar en el camino que he elegido.


Villa Harkâlÿa, el Arte de Ensoñar

Advertencia: Parece un cuento de hadas... y sí que lo es...

Había unA VEZ una joven HaDa atrapada en una enorme y gris ciudad...
Cada día se sentía oprimida entre el concreto y el vidrio, el ruiDo y la locura "normal" que la rodeaban... hasta que soñó un lugar donde todo era verde...

Entonces su casa y el espacio que la rodeaban se fueron tiñendo con la luz del sueño... casi no sabía si estaba dormida o despierta...
tan clara y tangible era su visión...

A partir de entonces buscó y buscó sin descanso, afuera y adentro de sí misma...

Pasaron muchos años, más o menos cinco desde que supo la dirección a seguir, algunos más si contamos el rato que permaneció encandilada mientras su sueño iluminaba todo,,,

Cuando por FIN llegó al lugar prometido, todo era como lo había visto en su sueño durante tanto tiempo...
Pero para su SORPRESA ése no era el fin, sino apenas el comienzo de la historia.

La Leyenda de Arcalía

Arcalía, la tejedora de sueños
María del Pilar M. Quintero

Arcalia, la gran tejedora de las montañas, quiso un día tejer un manto para abrigar a su hija la Esperanza, una estrella diminuta que andaba por el cielo titilando de frío.
Pero antes, Arcalia había hecho un largo viaje por bosques, páramos y serranías. Quería visitar a las madrinas de su pueblo y pedirles consejo y ayuda para proteger a su hija la pequeña estrella. Sólo la acompañaba Zulí, un periquito.

Cada una de las madrinas le había dado un regalo muy especial: una madeja de hilo con una virtud. 
A la primera que visitó fue a Urquía, la madrina del Norte, que vivía en una montaña, en una gruta cubierta de helechos y musgos.

Urquía –la de la mirada profunda-, muy atenta le dio de beber leche y miel y le regaló una madeja de hilo brillante que contenía la intuición y le dijo: con este hilo tus tejidos tendrán la virtud de dar a conocer el porvenir.

La tejedora se despidió y continuó su viaje para visitar a la madrina del Oeste, Malía, que vivía en una nube. Para llegar a ella se subía en una tarabita, un asiento de caña y madera, que Malía halaba hasta el cielo con una cuerda mágica. Al llegar, Malía le dio de beber una taza de chocolate con hierbas de olor, le permitió disfrutar de todo su paisaje, y le dijo: el valor es muy necesario en la vida.

Tus tejidos tendrán el poder de darle valor a la gente. Y le regaló un carrete de hilo delgado y fuerte que contenía la valentía.

Arcalia se despidió muy satisfecha. Descendió en la tarabita y continuó su viaje. Atravesó montañas gigantes y grandes pantanos y llegó al fin donde Huissí, la madrina del sur, que vivía en una balsa en el medio de una gran laguna. Huissí la recibió con su cara serena de siempre y le brindó un atole de maíz tierno. Allí, Arcalia contempló las ondas de la laguna y los peces de colores que acompañaban a la madrina del agua. Cuando se iban a despedir, Huissí le entregó una madeja de hilo extensible que contenía la paciencia.

Después de reposar, Arcalia siguió su camino. Cruzó selvas, llanos ardientes y caudalosos ríos y llegó donde Yara, la madrina del Este, que vivía en un tronco viejo cubierto de orquídeas. Yara le dio de beber un vino de pétalos, y le dijo: tus tejidos traerán felicidad, y le regaló un gran rollo de hilo que contenía la alegría. Arcalia descanso todo un día para reponer sus fuerzas, y al amanecer se despidió y emprendió el regreso.

Las madrinas se quedaron pensando en cómo ayudar a la valiente viajera. Se comunicaron con un águila mensajera y decidieron reunirse a la orilla de la laguna de Huissí, la madrina del Sur. Allí conversaron largamente y resolvieron hacer un sortilegio para ayudar a Arcalia en su empeño de proteger a su hija, la pequeña estrella. La mandaron a llamar con un colibrí y al llegar le dijeron: 

Arcalía, tu serás la madrina de los tejedores.
Los protejerás y cuando tejas serás invisible.
El viento y la lluvia serán tus ayudantes.
Con los hilos que te dimos, crearas la urdimbre.
Y con los hilos de los sueños de tu pueblo, tejerás la trama.
Tu tejido abrigará a tu hija, la estrella de la Esperanza,
y el sol y la luna te acompañarán siempre.

Y dicho esto las madrinas se despidieron y cada una partió hacia su rumbo. La tejedora, muy feliz, emprendió su regreso a las montañas de la Sierra Nevada.

Arcalía se vistió con su nuevo traje de madrina de los tejedores: blusa de nubes, falda de lluvia y zarcillos de estrellas, se envolvió en un chal de neblina y armó su telar.

Muy contenta dispuso la urdimbre con los hilos y las virtudes que le dieron las cuatro madrinas: la intuición, la valentía, la paciencia y la alegría.

El viento del Norte –su gran amigo-, muy diligente y veloz se encargó de llevar la noticia por todos los confines de la sierra: de pueblo en pueblo, de aldea en aldea, de casa en casa, de niño en niño, el viento del Norte cantaba y decía:

Arcalía, 
Tejerá un gran manto
Y abrigará el encanto
De las montañas mías.
Las madrinas le dieron 
Los hilos de la urdimbre,
Ahora nos pide
El hilo de los sueños
Para tejer la trama.
Y junto a ella
Todos tejeremos
Para que su hija,
La dulce Esperanza,
Estrella lejana,
Nunca pase frío. 

Y el viento del Sur, susurraba por todas las rendijas: ayudémosla, pues…
ayudémosla, pues…
Y entonces, desde las mas lejanas aldeas, casas y pueblos, los habitantes dormidos, enviaron con el viento, los hilos de los sueños:

Los niños le mandaron los hilos amarillos,
Los sembradores le enviaron los hilos verdes,
Las alfareras le enviaron los hilos ocres y sepias,
Los herreros le enviaron los hilos de color fuego,
Las mujeres le enviaron los hilos rojos, fucsia y los rosados,
Los hombres le enviaron los hilos azules: celestes, añiles y marinos,
Los sabios le enviaron los hilos morados, violetas y lilas.

Con todos ellos, Arcalía tejió durante días y meses y años el manto de los siete colores que cubre las montañas, abriga la Esperanza y anuncia la alegría después de la lluvia: el Arco Iris.
En la sierra, cuando brilla el sol y aparecen la neblina y la lluvia, las abuelas dicen que ha llegado Arcalía, la madrina de los tejedores, para tejer el Arco Iris con los sueños de todos nosotros y así abriga a su hija la Esperanza, una estrella titilante y diminuta que nos acompaña cuando estamos despiertos y cuando estamos dormidos.

¿Y cómo ayuda la lluvia a Arcalía?

La lluvia lava los hilos, cuando el polvo le ha quitado el brillo a los colores de todos los sueños.







Vocabulario: Tarabita: Vehículo inventado por los indígenas de la Cordillera Andina. Es una caja de madera y caña que se desliza con la ayuda de las manos a través de una o dos cuerdas sostenidas a ambos lados de las montañas o del cauce de los ríos. Sirve para cruzar los abismos en la sierra y los ríos caudalosos. Todavía se utiliza en algunos sitios de los Andes.
Urdimbre: Los hilos del telar que sostienen el tejido, están dispuestos de arriba hacia abajo.
Trama: Conjunto de hilos que se entrelazan y cruzan entre la urdimbre para formar el tejido.
Arcalía te invita a crear tu propio telar ¿te animas? Es muy sencillo.

Villa Harkâlÿa, un lugar para soñar

Imágenes que valen más que mil palabras...


Paisaje de la aldea El Sinaral




Algunas vistas de Villa Harkâlÿa



















El imponente río Capazón


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