La Leyenda de Arcalía

Arcalía, la tejedora de sueños
María del Pilar M. Quintero

Arcalia, la gran tejedora de las montañas, quiso un día tejer un manto para abrigar a su hija la Esperanza, una estrella diminuta que andaba por el cielo titilando de frío.
Pero antes, Arcalia había hecho un largo viaje por bosques, páramos y serranías. Quería visitar a las madrinas de su pueblo y pedirles consejo y ayuda para proteger a su hija la pequeña estrella. Sólo la acompañaba Zulí, un periquito.

Cada una de las madrinas le había dado un regalo muy especial: una madeja de hilo con una virtud. 
A la primera que visitó fue a Urquía, la madrina del Norte, que vivía en una montaña, en una gruta cubierta de helechos y musgos.

Urquía –la de la mirada profunda-, muy atenta le dio de beber leche y miel y le regaló una madeja de hilo brillante que contenía la intuición y le dijo: con este hilo tus tejidos tendrán la virtud de dar a conocer el porvenir.

La tejedora se despidió y continuó su viaje para visitar a la madrina del Oeste, Malía, que vivía en una nube. Para llegar a ella se subía en una tarabita, un asiento de caña y madera, que Malía halaba hasta el cielo con una cuerda mágica. Al llegar, Malía le dio de beber una taza de chocolate con hierbas de olor, le permitió disfrutar de todo su paisaje, y le dijo: el valor es muy necesario en la vida.

Tus tejidos tendrán el poder de darle valor a la gente. Y le regaló un carrete de hilo delgado y fuerte que contenía la valentía.

Arcalia se despidió muy satisfecha. Descendió en la tarabita y continuó su viaje. Atravesó montañas gigantes y grandes pantanos y llegó al fin donde Huissí, la madrina del sur, que vivía en una balsa en el medio de una gran laguna. Huissí la recibió con su cara serena de siempre y le brindó un atole de maíz tierno. Allí, Arcalia contempló las ondas de la laguna y los peces de colores que acompañaban a la madrina del agua. Cuando se iban a despedir, Huissí le entregó una madeja de hilo extensible que contenía la paciencia.

Después de reposar, Arcalia siguió su camino. Cruzó selvas, llanos ardientes y caudalosos ríos y llegó donde Yara, la madrina del Este, que vivía en un tronco viejo cubierto de orquídeas. Yara le dio de beber un vino de pétalos, y le dijo: tus tejidos traerán felicidad, y le regaló un gran rollo de hilo que contenía la alegría. Arcalia descanso todo un día para reponer sus fuerzas, y al amanecer se despidió y emprendió el regreso.

Las madrinas se quedaron pensando en cómo ayudar a la valiente viajera. Se comunicaron con un águila mensajera y decidieron reunirse a la orilla de la laguna de Huissí, la madrina del Sur. Allí conversaron largamente y resolvieron hacer un sortilegio para ayudar a Arcalia en su empeño de proteger a su hija, la pequeña estrella. La mandaron a llamar con un colibrí y al llegar le dijeron: 

Arcalía, tu serás la madrina de los tejedores.
Los protejerás y cuando tejas serás invisible.
El viento y la lluvia serán tus ayudantes.
Con los hilos que te dimos, crearas la urdimbre.
Y con los hilos de los sueños de tu pueblo, tejerás la trama.
Tu tejido abrigará a tu hija, la estrella de la Esperanza,
y el sol y la luna te acompañarán siempre.

Y dicho esto las madrinas se despidieron y cada una partió hacia su rumbo. La tejedora, muy feliz, emprendió su regreso a las montañas de la Sierra Nevada.

Arcalía se vistió con su nuevo traje de madrina de los tejedores: blusa de nubes, falda de lluvia y zarcillos de estrellas, se envolvió en un chal de neblina y armó su telar.

Muy contenta dispuso la urdimbre con los hilos y las virtudes que le dieron las cuatro madrinas: la intuición, la valentía, la paciencia y la alegría.

El viento del Norte –su gran amigo-, muy diligente y veloz se encargó de llevar la noticia por todos los confines de la sierra: de pueblo en pueblo, de aldea en aldea, de casa en casa, de niño en niño, el viento del Norte cantaba y decía:

Arcalía, 
Tejerá un gran manto
Y abrigará el encanto
De las montañas mías.
Las madrinas le dieron 
Los hilos de la urdimbre,
Ahora nos pide
El hilo de los sueños
Para tejer la trama.
Y junto a ella
Todos tejeremos
Para que su hija,
La dulce Esperanza,
Estrella lejana,
Nunca pase frío. 

Y el viento del Sur, susurraba por todas las rendijas: ayudémosla, pues…
ayudémosla, pues…
Y entonces, desde las mas lejanas aldeas, casas y pueblos, los habitantes dormidos, enviaron con el viento, los hilos de los sueños:

Los niños le mandaron los hilos amarillos,
Los sembradores le enviaron los hilos verdes,
Las alfareras le enviaron los hilos ocres y sepias,
Los herreros le enviaron los hilos de color fuego,
Las mujeres le enviaron los hilos rojos, fucsia y los rosados,
Los hombres le enviaron los hilos azules: celestes, añiles y marinos,
Los sabios le enviaron los hilos morados, violetas y lilas.

Con todos ellos, Arcalía tejió durante días y meses y años el manto de los siete colores que cubre las montañas, abriga la Esperanza y anuncia la alegría después de la lluvia: el Arco Iris.
En la sierra, cuando brilla el sol y aparecen la neblina y la lluvia, las abuelas dicen que ha llegado Arcalía, la madrina de los tejedores, para tejer el Arco Iris con los sueños de todos nosotros y así abriga a su hija la Esperanza, una estrella titilante y diminuta que nos acompaña cuando estamos despiertos y cuando estamos dormidos.

¿Y cómo ayuda la lluvia a Arcalía?

La lluvia lava los hilos, cuando el polvo le ha quitado el brillo a los colores de todos los sueños.







Vocabulario: Tarabita: Vehículo inventado por los indígenas de la Cordillera Andina. Es una caja de madera y caña que se desliza con la ayuda de las manos a través de una o dos cuerdas sostenidas a ambos lados de las montañas o del cauce de los ríos. Sirve para cruzar los abismos en la sierra y los ríos caudalosos. Todavía se utiliza en algunos sitios de los Andes.
Urdimbre: Los hilos del telar que sostienen el tejido, están dispuestos de arriba hacia abajo.
Trama: Conjunto de hilos que se entrelazan y cruzan entre la urdimbre para formar el tejido.
Arcalía te invita a crear tu propio telar ¿te animas? Es muy sencillo.
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