Son las pequeñas cosas las que nos amargan la vida y son también las pequeñas cosas las que más nos la endulzan; desde que me vine a vivir en las montañas cada día es un mágico descubrimiento, un reto, un imprevisto y también una sorpresa. En el campo la vida es dura, el trabajo es continuo y mal remunerado (en términos de economía en metálico), no hay días libres, los resultados no son predecibles, el clima ya no es estable ni por lo tanto confiable... uno siembra con constancia, pero principalmente con fe en que la naturaleza premiará la atención que le ponemos, cualquiera diría que hay que estar loco para lanzarse a esta vida de esfuerzo, que casi podría confundirse con sufrimiento, incluso yo misma lo pienso un par de veces al día.
Es fácil olvidar el territorio cuando pasamos mucho tiempo viendo el mapa, perderse en el todo olvidando las partes, darse por vencidos o tomar el camino fácil; por eso Pacha Mama, desde su generosidad infinita sí nos recompensa y para muestra basta... un colibrí!
Gracias Madre Tierra por todo lo que nos das a tus ingratos hijos humanos. Algunos de nosotros te amamos y tratamos de restaurar la dignidad de tu rostro, no un día al año sino con un compromiso de vida..
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